Perdimos el periodismo
mucho antes que nuestros puestos de trabajo. Lo hicimos sin percatarnos del
pernicioso juego alrededor de los de siempre. Nuestras figuras no eran más que
el instrumento necesario para que sus voces se escucharan repetidamente en
todos y cada uno de los canales existentes… aunque no dijeran nada… aunque
dijeran lo mismo de siempre.
Y en ese camino hemos
transitado todos alguna vez, tan cerca del escenario, del teatro de lo público/privado,
donde impúdicamente las obligaciones de los representados se trasladan a entes cuyos
intereses se escondían en paraísos fiscales. Asistíamos a cócteles donde el
reparto estelar, para más ironía, se distribuía los papeles principales, creando
una apariencia de renovación que cubrimos encantados y que el público, mucho
antes que nosotros, ya empezaba a percibir con un cierto tufo a eterna
pleitesía, a reverencia, a sumisión.
Unos mirábamos para
otro lado o culpábamos a la dirección de los medios, otros ni nos percatábamos
de esa estafa informativa, y otros, los desgraciadamente muchos, se sentían y
se sienten bien cómodos en una dinámica informativa que no deja de ser un
eufemismo absurdo de mediocridad periodística.
Y mientras tanto,
cuando aún no veíamos una crisis que ya algunos apuntaban, olvidamos que
nuestro trabajo era el periodismo. Lo perdimos, dejamos a un lado nuestra
obligación con los ciudadanos, firmando el retrato de nuestra propia profesión: dejamos de ser periodistas el día en que las noticias ya
estaban escritas antes incluso de que saliéramos de la redacción.
Perdimos un tiempo
precioso para evitar que aduladores profesionales de lo público/privado se
adueñaran del periodismo, abriendo la puerta a la extraña farándula que hoy se
apropia sin pudor del calificativo de periodista.
Humillados, sin trabajo
ni profesión, la retrospectiva de nuestro fracaso es un punto de partida, una constatación de que el objetivo debe pasar por recuperar el periodismo. La
ironía de estos tiempos tan extraños es que sólo exigiendo un derecho
fundamental secuestrado, denunciando a los falsos predicadores de la profesión
y poniendo a la calle en la portada estelar, así, sólo así, podremos recuperar
el periodismo y, quizás, nuestro trabajo y profesión.
(*) Samuel Toledano es periodista y secretario de Formación de UPCC